¿Cuántas sinfonías deberé tripular para volar hacia tu mano?
¿Cuántos conciertos deberán surcar mis horas sonoras para que atiendas
esta caricia?
¿Cuántas escalas, crescendos y alegros me faltan para regresar a tu
amor?
Ya no te acuerdas: después de la Primera Caricia, mi alma se alzó en fuga un día de
lluvia. Resbalé y caí una y mil veces en pentagramas borroneados, ausentes de
fusas y otras notas nobles.
Es verdad que fui salvada por un adagio curioso venido de tus palacios musicales, pero resultó invisible solo por el perverso placer de hacerme
quedar mal.
Aun así, ¿cuánto más habré de soportar el vértigo de mis días, acosados
por la mordedura del piano?
Te he amado sin reparos.
Ahora, soy irreparable en ambos sentidos, y en cualquier otro.
Ahora,
sólo pienso en ti. En tus manos y en tu mirada directa, cálida, salvaje por momentos.
¡Cuánta noche en tus ojos, cuántas espinas en mi pecho, cuánto dolor en el
regreso, cuánta resignación en la partida!
La distancia no se mide, acabo de comprender, en cuadras o kilómetros, sino en caricias por lágrimas sobre vida. Regla de tres simple.
El resultado está a salvo en intervalos envejecidos. No será menor el rito que los anule, (una avanzadilla de aquella rusa, la "Patética" sería suficiente) de ser anulables, que comprobado aún no fue.
Si no quieres riesgos, no recurras a los abrevaderos de la música.
Cualquiera puede quedar herido, por sabiduría excesiva —o justa, nada más— del
absurdo juego del solfeo y de las terribles escalas del piano que, como
gendarmes de frontera, patrullan conflictos adueñándose de blancas
y negras.
¿Las teclas? ¡No!
Los otros.
Los que no miran, los que no miden, los que sólo están, suenan,
sueltan, suceden, suelen suceder, por omisión pensada o por acción impensada.
Esos que moran en brotes de resentimientos escondidos, huérfanos de perdón.
El error insalvable es que aposté a mis miedos y no a tus ilusiones.
Los miedos son fáciles de cosechar, aun ausentes de siembra. No es el caso de
las ilusiones que crecen solas, sin agua ni dióxido de carbono, pero son de difíciles frutos. Así de
impertinentes se vuelven con los corazones que las alojan.
Vuelta a mi camino de ida no te encuentro y me desangro, mas no muero;
la sangre se renueva y no entiendo adónde va o de dónde viene tanto rojo.
Estallan flores carmesíes por todas partes. Me reanudo en un atardecer
flanqueado de púrpuras agresivos, pero no del todo. Perduro en el instante
decisivo y te veo. Es tu abrazo el que se tiñe de rojo, se aparta y
me deja imágenes de besos y risas, como cuando yo te quería.
No importa. ¿Sabes? He abolido los espejos. Vivo en la lámpara de neón de tu esquina. Azul, azul, eléctrico azul lleno de
azulejos gritones que de lejos me aúllan. Que pugnan por entregarme el camino al olvido.
Yo no cedo. Aún te amo.
Si te parece bien puedes traer tus alas y prometer que volarás.
Entonces estos versos caducarán. Estaré en
tu abrazo, tu beso me devolverá esos ángeles rosados que nunca se
fueron del todo y te traen, sí, porque estoy de vuelta y
esta vez te llevo.
El tiempo, ya te dije, es un engaño de los sentidos. Y ese engaño hoy
toca con los acordes exquisitos del Réquiem.
Amor por tiempo sobre vida. Regla de Tres Simple.
Bueno, si no me equivoco esto es una prosa poética, hacía tiempo que no leía una.
ResponderEliminarMe ha gustado aunque voy a tener que leerla de nuevo.
Un abrazo
Gracias, Jesús por pasarte. Sí, es prosa poética. Dices "Me ha gustado aunque voy a tener que leerla de nuevo": no te preocupes, por más que la leo, me pasa siempre lo mismo, me gusta, no me gusta, pienso que debo tirarla sin más, la releo y algo en ella me gusta y cambio de idea. Es de la época del foro, como todo lo que por ahora estoy subiendo hasta que salga algo nuevo. Quise contar un amor a través de las piezas musicales, pero se me desmadró hacia las mates y otras yerbas. En fin.
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