Cuando fundo mi ciudad, corrijo la arena. Después corrijo la ciudad. Y de corrección en corrección marcho hacia Dios.
(Antoine de Saint Exupery)
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jueves, 28 de marzo de 2024

Orfandad

 



Te emboscó la traición

como la niebla apura,

sedienta,

la transparencia de la luz.

 

Y fuiste noche y ofrenda.

De la sombra, un Hombre,

de la piedad, sudor y aliento.

De tu pecho exhausto,

clamor y ausencia.

Y en tu mirada

umbral de eternidad.

 

También aridez,

siembra y semilla

en la corteza de tus manos.

Y en el árbol sometido,

perdón que se derrama

y se recoge.

 

Espléndida desmemoria

en tus pasos que se alejan,

que trillan,

que trituran,

que agotan el madero

del indulto conclusivo.

 

Mientras,

te desnudas en sangre.

 

Tu sangre

que oscurece.

Que es claustro y es luto,

que es llaga y cobijo.

 

Desconsolado de ángeles,

el cielo se desploma.

Hay lágrimas y prisa inútil

en tus altares desiertos

de plegaria y contrición.

 

De rodillas,

 se alejan credos,

esperanza y caridad.

Los ángeles agonizan

en ríos de dolor universal.

 

Quebrantada la tierra,

junto con tus vestidos

se ha rasgado el cielo.

Apenas agua y sangre

llevas por abrigo.

 

Tiembla la noche,

se confunde el día.

 

Miserables,

se lamentan las horas

sumidas en ahogo,

mudanza y soledad.

 

Dios se ha ido.

Arrasado en llanto,

se ha llevado el tiempo.

 

Y te tragan las tinieblas,

como el beso apura,

sediento,

del cáliz, la traición.

 

Olvido de la piedad y la ternura.

Olvido del planeta.

 

Es la hora de la tristeza final.

Largo es el sueño de Getsemaní.



sábado, 24 de diciembre de 2022

Dulce noche

  



Un aire dulce abraza la noche,

cautiva a los pastores; los reyes

desarmados son de inicuas leyes;

del cielo la luna es gentil broche.

 

Al Niño mira José, arrobado.

Suave inocencia que se derrama

sobre los caminos donde Dios llama

y recoge en silencio amado.

 

A Belén ángeles risueños bajan.

Desde cuerda de plata desmigajan

ternuras, esperanzas sobrepujan.

 

De María Siembra y Cosechador,

se postran tres sabios ante el Amor

que es todo luz, auxilio y candor.

 


BENDECIDA NAVIDAD A TODOS

lunes, 29 de noviembre de 2021

Plegaria de un ángel

 

Érase la melodía original

el secreto mejor guardado.

Aliento del cielo,

intervalo de sombras,

curiosidad de ángeles,

dulce partitura dormida

en los bolsillos de Dios.

 

En confuso plenilunio

y a contraluz del alba,

entre pesadillas de plomo

y flores de sangre,

remonta la prisa un ángel desconsolado.

 

Ruega a la brisa, implora al oriente

que las ráfagas no sean de muerte,

que la noche no se apresure,

que no lloviznen lágrimas,

que la tristeza no amanezca,

que acometan preces,

y que, por una vez,

Dios toque el piano

a la hora que, en el cielo,

en la tierra y en los abismos

toda rodilla se dobla.

 

El ángel cree, espera y confía.

 

Súplica esparcida al mar,

clamor del fuego y del hielo,

silencio de milagros,

desconciertos de esperanza,

perdón y consuelo.

 

El mundo se ha vuelto hostil.

 

El piano envejece.

 

Lacrimosas teclas

sueltan penas al viento

que de tanto gemir,

se ha vuelto plegaria.

 

De incienso y de mirra

 el ángel se viste.

 

El piano cree, espera y confía.

 

Un bolsillo se abre en el cielo.

Tierna llovizna,

sagrado prodigio,

concierto inefable

en clave de soles,

delicia y renuevo.

 

El piano resplandece

y es viña perfumada

en los dedos de Dios.

 

El ángel de la Paz derrama su gracia.

 

De rodillas,

la creación enmudece.


miércoles, 10 de noviembre de 2021

Esperanza


Junto al amanecer original

un tesoro de especial riqueza,

de los ángeles celestial certeza,

oculto fue en ánfora virginal.

 

El vértigo del mundo lo reclama,

del orbe reyes poseerlo fingen,

los duros de corazón no transigen.

Un niño espera, cree y ama.

 

Mas dicho tesoro no se escancia

sino en umbrales de inocencia,

infecunda resulta la malicia.

 

Consumida la tierra en venganza,

se apiadó un ángel; sin tardanza,

del ánfora ofrendó Esperanza.

 

 


jueves, 19 de agosto de 2021

Borrón y cuenta ¿nueva?

 

No son menos las veces

que me pregunto por qué la vida

nos separa una y otra vez

para luego juntarnos

desde las antípodas

y sacudirnos en ese mar

de fervor y urgencia

ante nuestros ojos

de miradas distintas,

que, de opuestas,

jamás se encuentran.

 

¿Qué si todavía pienso?

¿Qué si siento?

No. Lo siento.

 

Irreconciliable amargura

nos resume, desune y reúne

en el muro que tu corazón y el mío

levantaron una noche

apresurada y precaria,

y que acabó siendo definitivo.

 

¿Todas las murallas

se asientan en este tipo

de arenal tramposo?

No lo sé.

 

Lo grave, lo importante e ineludible,

es que en ese arenal estamos tú y yo,

aunque no nos queremos,

ni nos odiamos.

Tampoco nos ignoramos.

A veces, lloramos,

a escondidas uno del otro,

sabedores de que el otro sabe

que sabemos.

 

Y esta experiencia,

que no es nueva,

asoma y se renueva,

nos domestica a su antojo

hasta que nos rebelamos

y te digo y me dices:

¡Ya te he olvidado!

 

¿Qué si te he querido?

¡Claro que te he querido!

¿Qué si todavía te quiero?

Sí que te quiero.

Aunque no quieras.

 

Porque aún nos interroga

aquel amor que,

obstinado y divertido,

se instaló entre nosotros.


Igual da.

Si no nos amábamos.

 

¿Qué donde se ha ido el amor?

Si yo supiera, iría en un coche

descapotable a buscarlo,

vestida de fiesta

lo llevaría de paseo a la plaza,

evitaría que diera vueltas

en el carrusel de las mentiras,

le compraría una casa en el árbol

y aprovecharía para robarle

aquella herida que guarda,

celoso,

el bolsillo roto del corazón.

 

Le entregaría a cambio

una guirnalda de rosas,

una pulsera de plata

y un sueño escrito en la página

de un cielo amanecido.

 

Que no permitirás.

 

Sólo que no puedo dejarte

vagar a tu antojo

por mis ojos y mi alma,

nada más porque eres

tú quien me mira, y yo,

quien ama tu mirada

mientras nos sorprende

la noche de los tiempos.


miércoles, 4 de agosto de 2021

Presagio

 

Al principio fue un soplo …

 

 

Un presagio de ofensa mortal

oscurece el límite del día

contra la muralla vegetal.

 

Recargado de fétido aliento

el aire oprime el silencio

inflamado de punición.

 

Ejércitos de delfines

yacen sobre la arena,

del disco solar,

formidable carcelera.

 

De granizo las flechas 

rasgan cordilleras,

bajo la lluvia mineral

agonizan selva y desierto,

 

Una malévola purpurina

saquea constelaciones

y en flagelo de sangre  

colapsan los océanos.

 

Bajo ígnea cerrazón,

convulsionada y herida,

incapaz es la tierra 

de retener la gravedad.

 

Hacia los imanes de los polos

huye la rosa de los vientos 

abandonando los vigías cardinales

a la suerte inapelable de los infiernos.

 

Ante la anulación

de las pautas naturales,

avasallados por ciclópeo brío,

enloquecen espacio y materia.

 

El tiempo es sólo una quimera 

del primer instante de los mundos,

desaparecen territorios y mares.


Se avecina el fin.

De la convexidad nocturna

infinitud de oquedades

ocupan el lugar de las estrellas

reformuladas en cruces mudas

bajo la bóveda desposeída,

purgatoria y fatal.

 

Desidia, encono y soberbia

sufren la venganza de la lava,

sonriente de Dioniso la barba

les tiende la mano traidora

embriagada de sangre y dolor.

 

Mientras,

en un punto olvidado del cosmos,

al paso de la milicia celestial

se arremolinan vientos

de misericordia y contrición.

           

Al principio, 

fue un soplo.

 

martes, 27 de julio de 2021

Soy la que pasa

 

 


El viento nocturno

barre la luz del sol

y enmudezco,

reducida a la inclemencia

de estrellas congeladas.

 

Llevo contadas mil y una noches de hastío.

Mil y una noches de condenas.

 

Me pregunto si el averno

ha montado una estafa

premeditada y descomunal,

si será puñado de escarcha

esa sentencia que me arrojó

a las emboscadas del desierto,

forzando puniciones.

 

¿Cómo se desaprende el cautiverio

bajo la embriaguez de un intervalo

que es espada arbitraria

extendida en la arena?

 

Mil y una noches de apariciones

y desapariciones esclavizan

los despeñaderos de mi alma.


Siento el despojo infinito

de antiguos juegos de pelota,

mas no percibo el sacrificio.

 

Desvarío,

cortejando un espejismo,

otrora oasis redentor,

que se desvanece airado

en las sombras del silencio.

 

Me vuelvo prisionera

de pausas que lastiman.


Así, me desposa el penitente

de un templo provisorio.


Recorro sus aposentos

arrastrando el peso inaudito

de un amor reclamativo.


Pero soy la que pasa.

 

Me descalzo de lágrimas tardías,

retomo el camino al principio.

Noche y día

duermen en mi huella.

 

Las hostilidades del mundo

van quedando lejos,

fundidas en ansias de poder,

en impaciencia de controles,

en ritos de vigilar y castigar.

 

Noche y día

Despiertan en mis pies,

absuelven la venda de mis ojos.

 

Soy la que pasa.

sábado, 26 de junio de 2021

Sinfonía ambarina

 

 

 

De cómo el océano anhela

vestir de plateado y aurora

lo sé de una sirena pintora,

del mar, encantadora acuarela.

 

Hartos de su encierro ambarino

se rebelan, prematuros, los oros;

de la Alhambra, solemnes, los moros

claman un brindis al limbo marino.


Sonoras pompas, de seda las ropas,

abordan el estuario al oriente,

en la proa triunfa el poniente

es dorado el cristal de las copas.


Sobre la bahía en reposo

un pícaro bosquecillo de rosas

esconde besos, arenas y risas

que el rocío sacude frondoso.


Del viejo marino está muy sola

la barca ¡y de tornasol la ola

pretende una florida corola!

 

Del horizonte violetas gentiles

desbaratan jactancias de azules,

el mar recoge cristales de soles.

 

Con esplendor el estío galopa

en el cielo, ofrece una copa,

viste de fiesta, baila en la popa.


viernes, 11 de junio de 2021

La llegada

Comparto con ustedes, queridos amigos de letras,  la satisfacción del primer galardón obtenido por este poema en el marco del Encuentro Literario Internacional Solidario 2020/21 Zona B del Rotary Club




Hay un ejército extraño

pródigo en alas y nubes de colores,

que subordinado a mi cintura

viene para acá.



Entre el sosiego y la vigilia

es insistente la acechanza

de sus breves escarpines

y apremiante el aumento

de intramuros.


Hay signos cardinales

que sacuden concienzudos

el portal de mis estanques:

Un inopinado céfiro azul

solivianta rumores y risas,

lágrimas y prisas,

y conspiran desbordadas

la gramática y la gracia.


Entre pares y entre lunas

nueve ángeles inmutables

remontan diligentes

el hemiciclo lácteo

hacia Dios y sus ternuras.


Está urgida de impaciencia

la contracara de mi vientre.

Bastaría que esta noche

escapara del insomnio

frente a la inminencia de tu arribo,

insospechado soldado del reposo.


Te anticipas entonces

resuelto en magníficos

compases cardíacos

cual dominó de madreperla y rosa

que avasalla y que doblega,

más tan dulcemente,

que es imposible

rehusar tal añadidura.


Y eres revelación sin par,

término y génesis de la siembra,

ventana abierta al asombro,

al día y la noche, a la tierra y el mar.


Te propones caprichoso

el reglamento de las estrellas

y ahora, prodigioso,

te precipitas contra mi pecho

a favor del corazón.


De tal modo eres búsqueda,

duda y misterio,

y conocimiento anterior

que abruma y que se cierne,

en tenue alborada

que precede y que sucede.


(Es querido este viajero,

geómetra erudito de mi talle).


Has llegado al principio.

Descansa en el hueco de mis manos.

Yo interpretaré el rumbo

de tus playas silenciosas.


Patrullaré para ti mi desierto,

ahora capturado bajo tiempos tan sutiles,

y dispondré una custodia de ángeles

para el terciopelo incierto de tus pasos.


Pero como has venido por mi sonrisa

y has hecho de mí tu condición,

serás centinela, señor y mendigo

del reparto del futuro,

del culto del amor y la ternura,

del retorno y la libertad de los milagros.