Con danza de flores
la siesta clausura
su rito.
Remolonea la tarde
con excusas
baladíes,
un ceibo durmiente
deshoja sueños de
coral.
Del timón la
cadencia,
con dedos de
lentejuela
viste de ocaso el
bote,
tierno poeta del
agua,
dueño de maderas
que no de Oriente.
O que sí.
¡Qué más quisiera
yo
que fueran de
Oriente
las maderas!
Mientras, de los
remos
el golpeteo
acompasado
conforma la única
música
que, de la isla,
-indecisa Afrodita-
atiende el corazón.
Arcos de las
remadas,
anagramas de los
muelles,
pentagramas
inéditos del agua.
Las chicharras pregonan
verano,
se replica el sol
en plumajes aéreos,
en sapos y mirlos
exasperados de estío,
de cielo violáceo,
de la primera
estrella.
Y del rito, el río.
El río sombreado de
plegarias,
obligado por el día en fuga
a prisas y
regresos.
El río,
fragante de limón
y vestido de jazmín,
acunado por cuerdas
de grillos y
guitarras.
Hacia el final,
justo cuando la
luna,
antojadiza de
cuartos
-menguantes o
crecientes-
se entrega a juegos
de escondite
espejada de
cielo...
Palabras de amor.
Y de raso,
el silencio.
Silencio rasado,
arrasado.
Extraña plenitud de
siseos,
de nudosidades
vegetales,
de sentidos
insomnes.
Silencio apenas
hojeado
por pájaros que del
agua
leen cuentos de
ondas
y de viejas
zancudas.
Silencio, el de la
arenita
que se deja
acariciar
sin entregar sus
secretos,
o el de las
campánulas
de violetas
anticuados
y rubores de plata.
De la luna, obra y
magia.
De Dios, fruto y
milagro.
Esa clase de
silencio
que acalla los
alardes,
despliega los
sentidos
y descubre,
nocturno y floral,
las caricias que a
veces
uno ignora que es
capaz
de brindar y
recibir.
Cuánto añoraba leer tus poesías.
ResponderEliminarMe parece una descripción de un atardecer(espero no equivocarme), hermoso. Aquí estamos en verano y, los atardeceres se pueden disfrutar sin nubes que impidan ver el sol como muere poco a poco, y he de decirte que he leído tu poesía viéndolo . Espectacular.
Un saludo
Hola, Jesús. Gracias por tus palabras. Efectivamente, es un atardecer de verano en el río, más específicamente en el Delta de Tigre, acá en Buenos Aires, donde mientras algunos se reúnen alrededor del fuego, las barcas surcan el río a toda prisa, otras no tanto, el aire se satura de olor jazmines y en conjunto es muy bonito. Poético, mejor dicho. Me ha gustado la descripción de tus atardeceres.
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