Cuando fundo mi ciudad, corrijo la arena. Después corrijo la ciudad. Y de corrección en corrección marcho hacia Dios.
(Antoine de Saint Exupery)

miércoles, 15 de julio de 2020

Atardeceres


Con danza de flores

la siesta clausura su rito.


Remolonea la tarde

con excusas baladíes,

un ceibo durmiente

deshoja sueños de coral.


Del timón la cadencia,

con dedos de lentejuela

viste de ocaso el bote,

tierno poeta del agua,

dueño de maderas

que no de Oriente.


O que sí.


¡Qué más quisiera yo

que fueran de Oriente

las maderas!


Mientras, de los remos

el golpeteo acompasado

conforma la única música

que, de la isla,

-indecisa Afrodita-

atiende el corazón.


Arcos de las remadas,

anagramas de los muelles,

pentagramas inéditos del agua.


Las chicharras pregonan verano,

se replica el sol

en plumajes aéreos,

en sapos y mirlos

exasperados de estío,

de cielo violáceo,

de la primera estrella.


Y del rito, el río.


El río sombreado de plegarias,

obligado por el día en fuga

a prisas y regresos.


El río,

fragante de limón

y vestido de jazmín,

acunado por cuerdas

de grillos y guitarras.


Hacia el final,

justo cuando la luna,

antojadiza de cuartos

-menguantes o crecientes-

se entrega a juegos

de escondite

espejada de cielo...

Palabras de amor.


Y de raso,

el silencio.


Silencio rasado,

arrasado.


Extraña plenitud de siseos,

de nudosidades vegetales,

de sentidos insomnes.


Silencio apenas hojeado

por pájaros que del agua

leen cuentos de ondas

y de viejas zancudas.


Silencio, el de la arenita

que se deja acariciar

sin entregar sus secretos,

o el de las campánulas

de violetas anticuados

y rubores de plata.


De la luna, obra y magia.

De Dios, fruto y milagro.


Esa clase de silencio

que acalla los alardes,

despliega los sentidos

y descubre,

nocturno y floral,

las caricias que a veces

uno ignora que es capaz

de brindar y recibir.



2 comentarios:

  1. Cuánto añoraba leer tus poesías.
    Me parece una descripción de un atardecer(espero no equivocarme), hermoso. Aquí estamos en verano y, los atardeceres se pueden disfrutar sin nubes que impidan ver el sol como muere poco a poco, y he de decirte que he leído tu poesía viéndolo . Espectacular.
    Un saludo

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  2. Hola, Jesús. Gracias por tus palabras. Efectivamente, es un atardecer de verano en el río, más específicamente en el Delta de Tigre, acá en Buenos Aires, donde mientras algunos se reúnen alrededor del fuego, las barcas surcan el río a toda prisa, otras no tanto, el aire se satura de olor jazmines y en conjunto es muy bonito. Poético, mejor dicho. Me ha gustado la descripción de tus atardeceres.

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