Desde que te fuiste - así tan rápido, supongo que por reclamo de tu cielo- sobre la casa ha bajado un silencio inusual. Tus chiches están callados y cabizbajos, de tanto agobio y soledad se encerraron en un cajón; allí adentro simulan jugar con vos.
La cortina se ha quedado quieta esperando que pases, atisba el balcón por si te trajera un vuelo de ángeles y su atisbo es eterno.
La reja, la Enamorada del Muro y las Alegrías buscan consuelo en los Lacitos de Amor. Éstos se estiran, se prodigan en caricias por si acaso pasaras, por las dudas de algún milagro, de esos que se recrean en el corazón.
Sé que estarás jugando a los bolos en la montaña, aquí nomás. Ya viste lo cerca que está el Cielo, aunque por esas cosas del ropaje humano no lo podamos tocar, tal vez por ausencia de pureza.
Pero tu recuerdo es otra clase ausencia. Es exceso de presencia que interroga.
¿Ves? Como tus chiches, como vos, las palabras a veces se sacan la lengua. Mientras, en el piano del alma solo suenan, negras, las teclas.
Se les nota en falta.
ResponderEliminarUn abrazo.
Así es, Alfred. Gracias por ese abrazo. Otro.
EliminarMuy hermoso recuerdo. Las lágrimas no me dejan decir más ellas lo dicen todo. Ana
ResponderEliminarGracias por tus palabras, Ana. Un Beso.
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