Cuando fundo mi ciudad, corrijo la arena. Después corrijo la ciudad. Y de corrección en corrección marcho hacia Dios.
(Antoine de Saint Exupery)

viernes, 28 de agosto de 2020

Reencuentro



El tesoro volvió a mis manos,
con la naturalidad de la ola
que regresa al mar.


Antes, no sabía nada de amores. Aunque sí de desamores.

Creía firmemente en el amor a primera, segunda y siguientes vistas. Todos amores irresueltos, irredentos e imposibles, por ausencia del componente esencial, el amor. Rareza profana, si la hay.

Sucedió que en virtud de mi sapiencia sobre desamores y, con sustento en mi ignorancia acerca de amores, decidí tentar a un cupido en el cual, paradójicamente, jamás creí. Así, por causa de esa insensata variación, él se quedó llorando en una esquina del mundo. Y yo me sentí una bestia antediluviana.

Me retiré entonces a escribir en hojas de agua al  amparo de una lluvia interior azul eléctrica, sin saber que, en verdad, estaba delineándote en medio de una tempestad íntima.

Y si bien es mucha torpeza dibujar en el convencimiento de que se está escribiendo, en ese singular y borrascoso yerro, mi corazón te invocaba.

Ya situada en la transparencia de los puntos cardinales, por encima de la serpentina que ciñe el desespero y muy lejos del tedio del mundo, encontré tu espejo, casi por casualidad. Detrás de portones colosales, bajo una bóveda estrellada de ángeles plateados, reconocí de inmediato el querido Resplandor. 

El que me soñó, mientras era tejida en la discreción de sus penumbras y del que alguna vez fui suya.

Tanto, que no supe distinguir si Tú me guiaste hacia tu reflejo o si yo te dibujé primero, cuando escribía sobre el renglón azul que habilita en mi alma la luz de tu mirada.

Lo cierto es que allá, en los tiempos iniciales, justo en el paso que se produce ante la ausencia de certezas, hay un lugar deshabitado de insomnios donde persevera el tesoro al  que volví sedienta,  tal como la ola  regresa al mar.

Y que, por obra y gracia de ángeles celestiales, me fue otorgado en la fortaleza indeclinable de tu abrazo. 

Ese, que me diste dos mil años atrás, en lo alto de una Cruz.

 

 

6 comentarios:

  1. Un texto muy poético. El descubrimiento de un amor que siempre se ha tenido al lado.
    Me ha gustado.
    Un abrazo.

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    1. Exacto, Jesús. Buscamos afuera a Aquel que lleva golpeando a nuestra puerta interior desde siempre. Lástima que algunos lo descubrimos algo tarde. Un abrazo también.

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  2. No conocía esa cita de Saint Exupery.
    Gracias.

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    1. Hola, Alfred. La cita de Saint Exupery pertenece a su libro "Ciudadela". Es su libro póstumo, en base al manuscrito que no pudo terminar ni corregir. Sin embargo su lectura abunda en reflexiones realmente buenas, según mi parecer.

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  3. El reencuentro con Jesús y el maravilloso acontecimiento de enraizarse en Él y enamorarse así perdidamente de su Presencia
    La vuelta de amores truncos a la certeza del único q tiñe la vida de cristales transparentes
    Aquel q perdura x q es auténtico y eterno

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    1. Así es Teresa. A la luz de su Amor, los demás amores se fortalecen y el resto desaparece. Un beso.

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