Vienes, dejas esa
sonrisa impertinente en la pendiente de mis pensamientos y te vas, libre de
contendientes impensados o pensados.
¿Has visto qué
fácil resulta manipular ciertas realidades negligentes?
Es la diligencia
de la necedad. La que se ampara en el ingenio de su contrario del que extrae
fuerza, genio y figura. Luego se viste de negligeé y voilá: el antimilagro de
la duda se establece en el estable ruedo del denuedo.
Aunque juraría
que está de duelo el denuedo por la vigencia de la inercia y otros antónimos
que no se llevan con el arrojo, inmovilizado en el cerrojo de la confianza,
ajena a la pena y a la fianza que de necia, no se asoma al brusco desborde de
los planes.
Y de los panes de
cada día. Esos por los que reía yo. Por los que te amaba. Y te aguardaba.
Era entonces
menor la importancia si en esencia eran panes o planes -en tanto ausentes de
arrogancia- aun en la emergencia de la duda; esa rejilla, oscuro alter ego de
la necedad, por la que ahora, irremediables, se escurren sueños y quietudes.
Me sumerjo en
cuanto mundo paralelo puedo inventar y descubro que no me sirve, si todavía es
rojo el techo que detiene mi vuelo por el hecho casual e irrisorio de un tiempo
que nunca dejó de quejarse, ni cuando mis manos te prodigaron ternura a puñados
prodigiosos, por esas flores que de tanto rojo no son tales, sino y solamente,
males (pero no las del mal) las que febriles, saturaron de espanto y llanto el
final.
Ese, que decías
era previo canal, para nada banal, hacia el perdón. ¡Qué mentira! Fue postrero
y terminal.
Pero, aunque no
se note, descerrajada ya la confianza, sus implicancias de crisálida se
resuelven hoy en el umbral de otro comienzo.
Libre de
manipulación despierta una realidad nueva de lienzo blanco estirado, esperado y honrado. Impecable, absuelta de pecados y recados agobiantes. Los de antes.
Sólo me susurran
unos gritos, en medio del rito, que debo cuidarme de los rojos.
Por eso ahora
tengo ojos también en el alma.
Sin drama y en
calma vuelvo a empezar. Estoy alerta, despierta. Por si el azar se alzara en mi
contra o a favor.
Es que nunca se
sabe.
Y tú... Tú sólo
conoces de golpes y contragolpes. Los rojos.
Cuando la confianza se desmorona, todo cae. La mirada ha de mirar otros horizontes.
ResponderEliminarUn abrazo
Así es, Volarela. Gracias por pasarte. Un beso.
EliminarEstoy de acuerdo con Volarela, la confianza es muy importante y cuando los agravios la hacen desmoronarse se acabó todo.
ResponderEliminarMe ha gustado la estructura, el desarrollo , y ese final con un toque canallesco.
Un abrazo
Hola Jesús. Tal cual. El quiebre de la confianza lo desquicia todo. Gracias por tus palabras. Pues a mí me ha gustado mucho eso que dices de "un final con un toque canallesco".
EliminarUn beso.
Me gusta tu estilo te dejo un abrazo de una argentina que viver en Miami
ResponderEliminarHola Recomenzar. Gracias por pasarte y por tus palabras.
ResponderEliminarUn abrazo, compatriota.
segui escribiendo no te canses nunca escribir te limpia por dentro
ResponderEliminar¡Gracias Recomenzar! Si bien el hecho de escribir es eminentemente subjetivo, una vez consumado se reformula en camino hacia una mirada más objetiva, descomplicada.
EliminarUn beso.