Cuando fundo mi ciudad, corrijo la arena. Después corrijo la ciudad. Y de corrección en corrección marcho hacia Dios.
(Antoine de Saint Exupery)

sábado, 7 de noviembre de 2020

Agravios

 

Vienes, dejas esa sonrisa impertinente en la pendiente de mis pensamientos y te vas, libre de contendientes impensados o pensados.

 ¿Has visto qué fácil resulta manipular ciertas realidades negligentes?

 Es la diligencia de la necedad. La que se ampara en el ingenio de su contrario del que extrae fuerza, genio y figura. Luego se viste de negligeé y voilá: el antimilagro de la duda se establece en el estable ruedo del denuedo.

 Aunque juraría que está de duelo el denuedo por la vigencia de la inercia y otros antónimos que no se llevan con el arrojo, inmovilizado en el cerrojo de la confianza, ajena a la pena y a la fianza que de necia, no se asoma al brusco desborde de los planes.

Y de los panes de cada día. Esos por los que reía yo. Por los que te amaba. Y te aguardaba.

 Era entonces menor la importancia si en esencia eran panes o planes -en tanto ausentes de arrogancia- aun en la emergencia de la duda; esa rejilla, oscuro alter ego de la necedad, por la que ahora, irremediables, se escurren sueños y quietudes.

 Me sumerjo en cuanto mundo paralelo puedo inventar y descubro que no me sirve, si todavía es rojo el techo que detiene mi vuelo por el hecho casual e irrisorio de un tiempo que nunca dejó de quejarse, ni cuando mis manos te prodigaron ternura a puñados prodigiosos, por esas flores que de tanto rojo no son tales, sino y solamente, males (pero no las del mal) las que febriles, saturaron de espanto y llanto el final.

 Ese, que decías era previo canal, para nada banal, hacia el perdón. ¡Qué mentira! Fue postrero y terminal.

 Pero, aunque no se note, descerrajada ya la confianza, sus implicancias de crisálida se resuelven hoy en el umbral de otro comienzo.

 Libre de manipulación despierta una realidad nueva de lienzo blanco estirado, esperado y honrado. Impecable, absuelta de pecados y recados agobiantes. Los de antes.

 Sólo me susurran unos gritos, en medio del rito, que debo cuidarme de los rojos.

 Por eso ahora tengo ojos también en el alma.

 Sin drama y en calma vuelvo a empezar. Estoy alerta, despierta. Por si el azar se alzara en mi contra o a favor.

 Es que nunca se sabe.

 Y tú... Tú sólo conoces de golpes y contragolpes. Los rojos.


8 comentarios:

  1. Cuando la confianza se desmorona, todo cae. La mirada ha de mirar otros horizontes.


    Un abrazo

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  2. Estoy de acuerdo con Volarela, la confianza es muy importante y cuando los agravios la hacen desmoronarse se acabó todo.
    Me ha gustado la estructura, el desarrollo , y ese final con un toque canallesco.
    Un abrazo

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    1. Hola Jesús. Tal cual. El quiebre de la confianza lo desquicia todo. Gracias por tus palabras. Pues a mí me ha gustado mucho eso que dices de "un final con un toque canallesco".

      Un beso.

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  3. Me gusta tu estilo te dejo un abrazo de una argentina que viver en Miami

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  4. Hola Recomenzar. Gracias por pasarte y por tus palabras.

    Un abrazo, compatriota.

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  5. segui escribiendo no te canses nunca escribir te limpia por dentro

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    1. ¡Gracias Recomenzar! Si bien el hecho de escribir es eminentemente subjetivo, una vez consumado se reformula en camino hacia una mirada más objetiva, descomplicada.

      Un beso.

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