Despierta la noche
en la piedra,
junto al ángel.
De tajos sangrantes,
en inaudita abertura
el cielo se rasga.
Igual que mis dedos
ante el fuego profano.
Un viento corrupto
expulsa cerrojos
y anula corduras.
Herreros del averno
fraguan las llaves
de antiguas canceles.
El patio enloquece.
De pronto es foso,
celda y abismo
(y espejo y prisma)
sellado a la luz.
Encolerizada,
se cierra una puerta
Y otra se enciende.
De sigilo y destierro,
moroso abanico.
Ella se asusta.
La acechan
contornos grises
de rostros sin rasgos.
Desde las sombras:
Delaciones.
Pliegues entumecidos
sofocan humores,
de falsa sordina
aullado anatema.
Detrás de los cortinados:
Delaciones.
Aplastados los siglos,
espectrales las luchas,
de condenados las hordas
se sueltan
del Hades.
Ella llora.
No puedo esperar.
precede
mis pasos.
Alguien se embosca
en los muros cenicientos.
Las persianas rechinan
y algo se desplaza,
cae y se reubica.
Alguien se activa y aguarda,
calcula y se apresta.
Honra flaquezas.
Afila lágrimas,
erosiona la risa.
Tu risa, que ha muerto.
Respiras.
Respira...
Está ahí, alerta,
a medio desgarro
en el ángulo vencido.
Listo para el asalto
de las llagas sagradas,
de la corona de espinas,
de la soledad de las rosas.
No lo mueve la prisa
ni el deber.
Tan solo deambula,
siniestro.
Ruin, abstruso.
perverso, irascible.
Pues no hay peso más bestial
que el equipaje de la Infamia.
Se replican engaños
y la casa grita,
harta de heridas cortantes.
Nosotros no hablamos.
No nos miramos.
Nos han separado
revelaciones inconcebibles.
Impávido,
desde una cuna fúnebre,
intrusivo y fatal,
el furtivo grupo
se reorganiza en el frío,
hambriento y airado.
La noche se repliega
en mentiras.
Voy por el fuego sagrado.
Por las letanías
y el exorcismo de las rosas.
Por las benditas horas
de las Sagradas Llagas
y de la Corona de espinas.
Ella se ha dormido
en la piedra,
junto a la Cruz.
atraviesan el patio,
arrasan inocencia y pecado,
manipulan derrotas.
Esta vez no están,
no, en mis dedos
los tajos sangrantes.
Despunta la aurora.
Una brisa suave
Perfuma el ambiente
Cicatriza el cielo
con la primera estrella.
Ella despierta y sonríe.
A su lado
ha dejado que se siente y la abrace
un ángel de Dios.
La tentación en todas sus formas vencida. Muy interesante tu poema con un final esperanzador.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola Jesús. Me ha gustado tu interpretación, muchas gracias. Te mando un beso.
EliminarGracias por seguir mi blog, Mónica. Espero que en él te encuentres a gusto que podamos compartir nuestras letras. Yo también te sigo.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola Rita, bienvenida. Nos estamos leyendo. Un beso.
EliminarUf! Un plato fuerte de la mejor poesía... Pero bien fuerte...
ResponderEliminarMe ha parecido que el mismo infierno desciende al patio, que la noche se colma de hedor diabólico, de sombras, de culpa, de llanto... y que el día llega, (tras el pliegue del alma sobre su luz más grande) encontrando un ángel a su vera: la lágrima hecha belleza y perdón que cierra todas las heridas.
"Cicatriza el cielo
con la primera estrella."
¡Magistral, poetisa!
Un abrazo :)
Hola Volarela. Gracias, muchas gracias por tus palabras. Por más que parezca que todo está perdido, que "el mismo infierno descienda al patio" -a nosotros-, siempre que sepamos "plegar el alma ante esa luz más grande", encontraremos redención. Hermosa tu metáfora.
EliminarUn beso.