Cuando fundo mi ciudad, corrijo la arena. Después corrijo la ciudad. Y de corrección en corrección marcho hacia Dios.
(Antoine de Saint Exupery)

martes, 3 de noviembre de 2020

Delaciones



Despierta la noche

en la piedra,

junto al ángel.

 

De tajos sangrantes,

en inaudita abertura

el cielo se rasga.

Igual que mis dedos

ante el fuego profano.

 

Un viento corrupto

expulsa cerrojos

y anula corduras.


El patio alucina.

 

Herreros del averno

fraguan las llaves

de antiguas canceles.

 

El patio enloquece.

De pronto es foso,

celda y abismo

(y espejo y prisma)

sellado a la luz.

 

Encolerizada,

se cierra una puerta

Y otra se enciende.

De sigilo y destierro,

moroso abanico.

 

Ella se asusta.

 

La acechan

contornos grises

de rostros sin rasgos.

 

Desde las sombras:

Delaciones.

 

Pliegues entumecidos

sofocan humores,

de falsa sordina

aullado anatema.

 

Detrás de los cortinados:

Delaciones.

 

Aplastados los siglos,

espectrales las luchas,

de condenados las hordas

 se sueltan del Hades.

 

Ella llora.

No puedo esperar.


Una brisa maléfica

 precede mis pasos.

 

Alguien se embosca

en los muros cenicientos.

Las persianas rechinan

y algo se desplaza,

cae y se reubica.

 

Alguien se activa y aguarda,

calcula y se apresta.

Honra flaquezas.

Afila lágrimas,

erosiona la risa.

 

Tu risa, que ha muerto.

 

Respiras.

 

Respira...


Está ahí, alerta,

a medio desgarro

en el ángulo vencido.

 

Listo para el asalto

de las llagas sagradas,

de la corona de espinas,

de la soledad de las rosas.

 

No lo mueve la prisa

ni el deber.

Tan solo deambula,

siniestro.

Ruin, abstruso.

perverso, irascible.

 

Pues no hay peso más bestial

que el equipaje de la Infamia.

 

Se replican engaños

y la casa grita,

harta de heridas cortantes.

 

Nosotros no hablamos.

No nos miramos.

Nos han separado

revelaciones inconcebibles.

 

Impávido,

desde una cuna fúnebre,

intrusivo y fatal,

el furtivo grupo

se reorganiza en el frío,

hambriento y airado.

 

La noche se repliega

en mentiras.

 

Voy por el fuego sagrado.

Por las letanías

y el exorcismo de las rosas.

Por las benditas horas

de las Sagradas Llagas

y de la Corona de espinas.

 

Ella se ha dormido


 Me acuclillo 

en la piedra,

junto a la Cruz.


 Noches y días se suceden,

atraviesan el patio,

arrasan inocencia y pecado,

manipulan derrotas.


Esta vez no están,

no, en mis dedos

los tajos sangrantes.

 

Despunta la aurora.

 

Una brisa suave

Perfuma el ambiente

y derriba murallas. 


Cicatriza el cielo

con la primera estrella.

 

Ella despierta y sonríe.

 

A su lado

ha dejado que se siente y la abrace

un ángel de Dios.


6 comentarios:

  1. La tentación en todas sus formas vencida. Muy interesante tu poema con un final esperanzador.
    Un abrazo

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    1. Hola Jesús. Me ha gustado tu interpretación, muchas gracias. Te mando un beso.

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  2. Gracias por seguir mi blog, Mónica. Espero que en él te encuentres a gusto que podamos compartir nuestras letras. Yo también te sigo.
    Un abrazo

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  3. Uf! Un plato fuerte de la mejor poesía... Pero bien fuerte...
    Me ha parecido que el mismo infierno desciende al patio, que la noche se colma de hedor diabólico, de sombras, de culpa, de llanto... y que el día llega, (tras el pliegue del alma sobre su luz más grande) encontrando un ángel a su vera: la lágrima hecha belleza y perdón que cierra todas las heridas.

    "Cicatriza el cielo

    con la primera estrella."

    ¡Magistral, poetisa!

    Un abrazo :)

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    1. Hola Volarela. Gracias, muchas gracias por tus palabras. Por más que parezca que todo está perdido, que "el mismo infierno descienda al patio" -a nosotros-, siempre que sepamos "plegar el alma ante esa luz más grande", encontraremos redención. Hermosa tu metáfora.
      Un beso.

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