Es
una noche mágica.
Es
mi casa, la más hermosa jamás soñada.
Es
mi patio, el más atrapante jamás imaginado.
Extraño esta casa, aun antes de dejarla. Me gusta como es, como fue y, tal vez, como será.
Añoro su olor, su postura, su increíble comprensión.
Es como una madre grande sentada en su sillón, muy señorona y gentil. Muy fresca y perfumada. Huele a siesta de verano y a sandía tierna, huele a siesta de antes, a siesta de Santa Fe. A abuela recién hecha, a luces con capota de papel.
Pero la esencia dulce de los laureles revela otra clase de milagro en el que sobrevuela la poesía. También el alcanfor y el jazmín. Y el cielo, en el pedazo que se adivina desde el patio y la terraza. Y las chimeneas con sus caprichos y sus ocurrencias. Con sus sueños furtivos. Y la ternura de los tejados que, como párpados huérfanos de todo abrigo que no sea inmensidad, se ciernen sobre los tragaluces indiscretos.
Entonces la veo: la Cajita de Joyas, fiel guardiana de mis secretos. Me pregunto si será refugio aceptable para mis sentidos hoy algo atrofiados por el acoso de la poesía.
No es culpa mía. Es sólo mi intelecto que está rebelde. Tal vez con razón.
No es locura, no. Dios no lo permita. Es algo de resistencia. Un poco de desconcierto. Todo de nostalgia.
¿Todo de noche?
Nada
de día.
La noche. Ese hechizo distinto.
Ese
anhelo. Ese jardín.
Esa
ventana espiada y perdonada.
Esa
puerta abierta al azul, confesionario de todo lo que me importa.
Noche: yo te disculpo. Solo por tu existencia soporto el día.
Sólo de noche ensayo la cordura.
Señor Juez: necesito una medida cautelar urgente. Entienda, Señoría, que el perfume de los laureles avanza sin piedad junto con la aurora.
¿Paranoia? No, no.
Debe, su señoría, ordenar al tiempo que vuelva dentro del plazo perentorio de cinco días bajo apercibimiento de ejecución. Cinco días es todo lo que puedo esperar, sólo en el lapso de esta noche. Ofrezco como caución real mi patio, de noche y en verano, con más los atardeceres –en verano también- que estime para accesorios. El invierno no vale la pena. Llevo demasiado dentro de mí en el lenguaje del perdón.
“Se perdona tanto como se ama”, sentencia un cuadrito de madera pirograbada que me regaló mi madre. ¿Será verdad? En mi época sin Dios pensaba si uno se reconocería después de eso, después del cuadrito, colgando como él, de algún clavo... ¡Colgando como "Él" de algún clavo! Claro que es doloroso amar a la grupa del señor Perdón. ¿Acaso hay otra clase de amor?
Es de noche y divago. No deje volar su imaginación, Doc. Es un proceso de insania más. Con un poco de medicación estaré bien.
Pero dese prisa. Mire que amaneceré. La poesía escapará sin remedio de la cordura y ya no la encontraré, sino que ella me perseguirá, como siempre.
¿Se da cuenta que no es paranoia?
Magistral.
ResponderEliminarEn esta prosa poética te leo y gozo las palabras, las frases, la bellísima melodía que van dejando.
No es paranoia, es un intelecto rebelde, con razón, que se aferra a la noche "Ese hechizo distinto".
Un abrazo :)
Gracias, Volarela, me alegro que hayas gustado de esta prosa tan querida por mí.
EliminarUn beso.
¡No es paranoia!
ResponderEliminarHola Alfred. Claro que no, la poesía nunca es paranoia. Y si lo fuera, ¡bienvenida paranoia!
EliminarUn beso.
La noche se presta a reflexiones tan intensas que a veces nos dominan.
ResponderEliminar"Dese prisa, mire que amaneceré", esta frase resume todo ¿La paranoia?, no creo que lo sea o ¿sí?
¡Bueno! , esta noche lo reflexionaré.
Un abrazo
Hola Jesús. Muy cierto, eso de que la noche se presta a reflexiones tan intensas que a veces nos dominan. Muchas gracias, besos.
Eliminar