A mi tío (in memoriam, 2010) protagonista de Una boda complicada y de La Fiesta
Hoy, el planeta
pesa menos. Apenas unos gramos.
Se siente en la sencillez
del aire, en la ligereza del calor, en la penumbra habitada de silencio y de
ritos. De ritos que no fueron. Que no serán, que no llegaron.
Y vos allá. Donde
Dios atisba. Donde no se atreven las grullas ni los colibríes. Tampoco las
águilas.
Estás siendo
medido, pesado y anotado en un libro que se alimenta de soledades y fatigas. Un
ángel diligente anota en los márgenes lo que de ti has dado. Mientras, sordos,
ciegos y mudos, arden los incensarios en dolorosa sucesión de seis
tribulaciones. A la séptima se romperán los cántaros internos y habrá
liberación.
Los cristales del
horizonte estallan en tantas lágrimas que ha debido venir el ángel a
recogerlas. No sea que la noche se extravíe en el abrazo de tus constelaciones
imposibles. O que la mañana se ahogue por exceso de rocío.
Y que, el
crepúsculo sea, en tu piel, atardecer incorruptible.
Mientras, yo soy
sombra, debate y quebranto. Y tierra que tiembla.
Remiendo del cielo, sueño de estopa, cuaderno
de niña; de clausura, la risa y de vino, el olvido que, en no ser víspera, coloca
su empeño. Son planteos de ludo.
Y de luto.
De luto
ignorante, abro la puerta, me ubico frente al mantel. La mesa está dispuesta, con
esa engañosa paz que deviene en cobijo obligado de cualquier amenaza.
Impera, pues,
sobre el mantel, el descanso de las cosas cumplidas, el sosiego de las
liturgias domésticas observadas, el orden de los estantes, el vino que aguarda
y el pan que suspira detrás de las copas.
Del cristal de
las copas.
¡Ah, el cristal! Nubla
asombrosamente las miradas. Y, aunque la mesa está dispuesta, me consumo en
llagas que todavía no ha construido el corazón. Derrapo, sombría, por calles sin
salida y me entrego a mil juegos de atajos lacrimosos. Reflexiono entonces que
tu peso, en estas dos horas, habrá mermado junto con el del planeta.
Pero vos no obedecías
sino a la intensidad. Y el mantel, tan conocido, tan recurrido, estrujado y
bendecido por tu risa, hoy reina bajo cierta urgencia sofocante que deja, a su
paso, corazones abrasados.
Porque no estás.
Porque nunca
pensé que podías no estar.
Y menos, que yo
iba a estar, en detrimento de tu ausencia. Esa, la incalificable. La que duele
justo en el centro del pecho y en las plantas de los pies.
No los míos. No
los tuyos. Sino los de los ángeles.
Por eso, hoy, el
planeta pesa menos.
Un peso menos que por ello agobia.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola, Alfred.
ResponderEliminar"Un peso menos que por ello agobia": es tal cual.
Este poema o suerte de epitafio se le escribí a mi tío, hace años ya, el protagonista de los relatos de Una boda complicada y La Fiesta. Ahora lo aclaré arriba.
Gracias.
Un beso.
Bonito texto, en recuerdo de tu tío.
ResponderEliminarUn beso, Mónica
Hola, Rita.
EliminarMuchas gracias por tus palabras.
Un beso.
Es un hermoso recuerdo el que le dejas en bellas letras. Un gusto leerte. Saludos. Gracias por pasar por CafePoetas.
ResponderEliminarHola, Sandra, ¡bienvenida a mi blog!
EliminarGracias por tus palabras.
Ha sido un placer pasar por Cafe Poetas.
Un beso.
Hola Mónica.
ResponderEliminarRecuerdo a tu tío en la boda y en la fiesta. Desde luego un señor al que no olvidar y al que dedicar un poema como este para recordar su ausencia y el vacío que dejó.
Muy sentimental y muy bonito.
Un abrazo
Hola, Jesús.
EliminarAsí es, amigo, este poema lo escribí enseguidita que mi tío se fue, dejando -tal como apuntas- un gran vacío. Estará haciendo de las suyas desde alguna estrella.
Un beso.
Hola, Mónica!
ResponderEliminarDisculpa el retraso en venir por aquí..., aquí, nada menos el lugar donde la poesía toma un trono de honor y discurre como un arroyo puro ¡Y tan feliz!
Este texto me ha estremecido, me ha puesto la piel de gallina. Con eso lo digo todo.
Sensacional, divino quebranto, maravillosa falta de peso derramada en estas palábras-lágrimas, lágrimas que has sabido destilar en poesía pura.
Una JOYA. Sí, una joya llena de diamantes a lo largo de toda la prosa poética.
Un fuerte abrazo, Mónica, y gracias enormes por tu estimulante comentario en mi canal
Hola, Volarela.
EliminarGracias, me dejas sin habla con tus expresiones tan amables, sentidas y ¡poéticas, claro! Es gratificante para el alma empatizar en modo poesía, como lo siento a través de tus palabras. No sé si las merezca, pero muchas gracias por dejar tu huella en este, mi prado azulado.
Un cristalino abrazo pirineico para ti, querida amiga.
Mi más sentido pésame. Qué bonito recuerdo. Un beso enorme y mucho ánimo.
ResponderEliminarHola, Rocío.
ResponderEliminarAgradezco la delicadeza de tu pésame. Luego de doce años, queda el recuerdo que se acomoda en un rincón amable del alma.
Gracias por tus palabras y por pasarte.
Un beso.